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Perdon

A ti que estás leyendo esto. Te incito a que te quedes conmigo un ratito. No será demasiado. Tan solo unas pocas letras y unas cuantas emociones hasta el final. “Let’s talk a little”. Sí, hablemos, del perdón...

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A veces nos creemos jueces de causas justas. Las nuestras por supuesto, porque las ajenas siempre están erradas. Incluso en ocasiones jueces de nosotros mismos.

Y a menos que hayas estudiado tus consiguientes años y seas honorable de una magnífica túnica-toga, ( poco favorecedora a mi gusto) ¿quién te dio permiso para semejante labor?

Juicio, crítica y resentimientos que albergas pensando que no se hizo lo justo. Juzgas, pero no te pones en esos zapatos. Juzgas, pero no comprendes. Juzgas, pero no te responsabilizas. 
Golpe de martillo y caso archivado.

Y te nublas, y te ciegas, porque tú tienes la razón, porque tú lo viste, porque lo oíste, lo sentiste. Porque tú tienes la razón. Y así la nube se va cerrando, cada vez más negra, cada vez más densa,¡ y hasta anuncian la borrasca sobre tu tejado…!

Piénsalo. Las sombras están muy bien pero, ¿y si pudieras ver La Luz, lo real? ¿seguirías atascado ahí, viviendo de sombras y no de luces? Rompe, resquebrájate, sal, y permite que eso se disuelva para dar lugar a lo verdaderamente grande. Permite que eso sea tu percepción y no la realidad absoluta. Permite que te toquen el corazón, rompe tu caparazón, y da lugar al infinito. Déjate querer.

Perdona. Tan solo abre y limpia cuál caballero que se libra de su armadura, o niño que resurge en Zaratustra para Nietzsche. ¡Se acabó el león que ruge enfadado! ¡Se acabó el camello que vive amodorrado, acomodado a la multitud! Deja que surja el niño. Pero no el niño como lo ves, sino el niño que vive desde la confianza y desde la inocencia de una experiencia plenamente vivida. Aquel que se maravilla y perdona a cada paso. Aquel que un momento está enfadado, y al siguiente ya ha perdonado.¿Has visto esta dinámica alguna vez? Te invito a que la estudies.

Afloja tus manos y tu mandíbula. Relaja tu frente y respira. Respira como si ya todo estuviese en calma. Así es.

Deja de juzgar sus zapatos. Coge los tuyos y pisa fuerte, bien fuerte. No tengas miedo, ni de tus huellas, ni siquiera de los fantasmas que despertarás con el ruido. Alíate con ellos y monta una gran fiesta.

Haz la fiesta de tu vida, en la que no existan ni rencores ni horrores. En la que no haya pases VIP ni para buenos ni para malos. Invítales, míralos cara a cara y dime que ves una parte de tu propia historia. Y permíteme que te diga, parte necesaria, ¿o acaso cenicienta existió sin la bruja malvada? ¿O caperucita sin el lobo? convive con tus villanos.

Cada paso fue un éxito que te llevó a tu propia cima. Paseaste por ríos, acantilados , abismos. Enfrentaste, ventiscas, soles ardientes y vientos huracanados. Pero tras ello, llegó la conquista: la montaña del yo mismo. La cumbre de lo que hoy eres, una magnífica persona que se mira en el espejo y se enorgullece por haber recorrido millas de aventura y sobre todo, de aprendizajes.

Algunos dolorosos y otros estupendos, pero todos ellos, evolutivos hacia esa toma de consciencia en la que como bien dijo una querida astróloga, “Una vez eres consciente, no puedes ser indiferente”.

Si eres consciente de cualquier dolor, perdona, perdónate. Libérate y ábrete a algo mejor. Esto es un suma y sigue.

Desnúdala, pero no a ella, si no a tu alma. Y no la dejes así, desnuda. Cúbrela con los atributos que merece una diosa: valor, confianza, comunicación y mucho mucho Amor.

Cae, límpiate el polvo ,sonríe y vuélvete a subir. LA VIDA CONTINÚA y el sol no dejará de girar por ti. Así que gira tú, perdónate, sé tu propio astro rey y orbita en torno a tu más interno centro.

Perdónate y perdónales.

Feliz fin de semana.

Tania

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